**Diario Personal: Una Historia que Conmovió el Hospital**
Los médicos revisaron las grabaciones de las cámaras de vigilancia de la habitación donde yacía un hombre con su perro, y lo que vieron los dejó a todos horrorizados.
En el Hospital General de Madrid ingresaron a un hombre de aproximadamente 65 años. Unos transeúntes lo encontraron inconsciente en el parque del Retiro. Respirando con dificultad y con el pulso casi imperceptible, no llevaba documentos ni teléfono, solo una chaqueta vieja y un perro a su lado.
El animal, un mestizo pelirrojo con el pelo enmarañado, no se separó ni un instante del hombre. A pesar de los intentos de los guardias por alejarlo, de alguna manera logró colarse en la UCI y se acostó en la cama junto a él. El personal médico se sorprendió: el perro parecía callejero, pero su comportamiento era tranquilo y consciente, como si supiera perfectamente quién era aquel hombre.
Los médicos hicieron pruebas: análisis, escáneres, observación constante, pero no encontraban un diagnóstico claro. El paciente seguía inconsciente. El único que reaccionaba ante cualquier cambio en su estado era el perro. A veces se apretaba contra su pecho, otras levantaba la cabeza de repente y comenzaba a aullar suavemente.
Al tercer día, uno de los médicos decidió revisar las grabaciones para entender el comportamiento del animal. Y lo que vio lo dejó helado.
En las imágenes se veía cómo, durante la noche, los monitores registraron una caída brusca de oxígeno. Segundos antes, el perro saltó, ladró y rasguñó la puerta, alertando a la enfermera. Gracias a eso, ella entró a tiempo y activó el oxígeno adicional.
Al revisar más grabaciones, notaron algo aún más asombroso: el perro anticipaba cada empeoramiento del paciente minutos antes de que las máquinas lo detectaran. Era como si sintiera el peligro antes que nadie.
Días después, el hombre despertó. Lo primero que hizo fue estirar la mano hacia el perro. Cuando le preguntaron si lo conocía, asintió y, con lágrimas en los ojos, murmuró:
—Todos los días le llevaba comida. Vivía en la calle cerca de mi casa. Nunca ladraba, solo me esperaba. No podía adoptarlo… vivo en un piso pequeño y tengo asma. Pero él siempre estaba ahí…
Resultó que el perro, al que había alimentado durante año y medio, recordaba su olor, su voz, sus pasos. Y cuando al hombre le dio el desvanecimiento en la calle, fue él quien corrió en busca de ayuda y no lo abandonó ni un segundo.
Tras dos semanas, lo dieron de alta. Y esta vez, no se fue solo: a su lado caminaba su fiel compañero.