**Diario Personal**
Hoy cumplimos 50 años de matrimonio. Medio siglo juntos. Para muchos es una eternidad; para otros, apenas un suspiro. Pero ¿qué pasa cuando descubres que todo fue una mentira?
Nuestros hijos organizaron una fiesta en un acogedor salón de Madrid. Invitaron a familiares y amigos, brindamos con vino, reímos y bailamos. Hasta que mi marido, Alejandro Morales, me sacó a bailar un pasodoble. La misma canción de nuestra boda, hace tantos años.
Por un momento, parecíamos jóvenes otra vez. Los invitados nos miraban emocionados, algunos con lágrimas en los ojos. Todo era perfecto… hasta que terminó la música.
Alejandro dio un paso atrás y me dijo:
—Perdona, pero nunca te amé. Mis padres me obligaron a casarme contigo. Ahora que los niños son adultos, quiero vivir en paz.
El salón quedó en silencio. Todos esperaban que me derrumbara, que gritara o llorara. Pero no. Respiré hondo, lo miré a los ojos y respondí:
—Lo sabía desde el principio. Pero elegí no ser una víctima, sino dueña de mi vida.
Los invitados contenían el aliento.
—¿Crees que estos 50 años fueron por ti? No. Fueron por nuestros hijos, por nuestra familia… y por mí. Aprendí a ser feliz sin tu amor, porque el mío bastó para llenar esta casa de calor.
Alejandro palideció mientras continuaba:
—Si hoy decides liberarte, yo también soy libre. Ya no debo callar ni compartir contigo lo que me queda. Viviré para mí. Porque yo sí sé amar y ser amada—.
El salón estalló en aplausos. Alejandro, avergonzado, bajó la mirada. Yo alcé mi copa y dije:
—¡Bailemos! La vida sigue.
Y así fue. Él perdió todo. Yo, solo una carga.